Han tenido familia Leer
y su esposa Lectura,
les crecen sus hijos Lector y Lectora
y cuando es domingo vienen a comer
los primos mellizos Leamos y Leemos,
que gustan del silencio y del bienestar
de tan confortable espacio singular.
Llegan por la tarde a merendar
Leeremos y Leímos,
sus más entrañables vecinos
que saben disfrutar de ser tan amigos.
Cuando la noche se adueña del hogar
todos se ponen a bailar
y así la fiesta entre letras y libros
y legajos y papiros y manuscritos
se convierte en un gran festival.
Llegan entonces los ogros, las brujas,
las hadas, los monstruos,
llegan impresores de la antigüedad.
Llegan sirenas y habitantes de las cabañas,
los duendes de villas en ruinas,
los seres que viven en el fondo del mar,
los sabios, algunos alquimistas,
y momias egipcias que han conseguido resucitar.
Pasan veinticuatro años
y nacen los nietecillos;
son trillizos los niños.
Se llaman Lectorcillos.
Lectorcillo primero
se prepara para ser bombero.
Lectorcillo segundo
no cursa estudios y será vagabundo.
Lectorcillo tercero
aunque estudia derecho será torero.
Las fiestas de los domingos
adquieren ahora un nuevo matiz
renovando visitas
al celebrar tan fastuoso festín.
Frecuentan el baile
fantasmas y frailes,
astronautas y ministros del aire,
clarinetistas y payasos de cuatro brazos.
Danzan astronautas y nobles
que usan bisoñé.
Danzan damas de cuello fino,
y grullas damiselas en suelos de parquet.
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